domingo, 10 de septiembre de 2017

Presentación del libro Hablemos de mí de J Estiven Medina Ortiz



Luego de la segunda edición de Norcorea de Kevin Castro la editorial Poesía sub25 está en el proceso de traernos el libro Hablemos de mí, mientras las hormigas devoran el sol de J Estiven Medina Ortiz, primer libro de poesía de este autor que promete entregarnos una visión resumida de su talento.

La presentación se dará este viernes 15 de setiembre a las 7pm en la librería del Centro cultural de la PUCP, Escena Libre en el distrito de San Isidro (Av. Camino Real 1075, San Isidro 15073) donde contaremos también, como previa al evento, un conversatorio tratando el tema de la poesía joven en el Perú con poetas invitados como Braulio Paz, Francisco Cerna y Valeria Román.



MIENTRAS ME CUENTAS LO BIEN QUE TE HA IDO, YO APUNTO AL SOL CON UNA PISTOLA QUE FORMO CON LOS DEDOS

La vida fue un desperdicio que nos dejó contentos
Hazme un espacio para ver juntos el horizonte que se guarda en nuestra mente
O inclina tu cuerpo al mío para confirmar que algún día sospecharon con irse.
Hemos leído nuestros poemas irradiando esa luz que se descompuso al contacto del sol
El sol fue cruel 
pero eso no nos impidió ser felices y hacernos cosquillas y besarnos sólo para sentir cómo la vida se nos escapaba de nuestras manos.
Luego seremos nosotros los que exijan ser sepultados! 
El trabajo ha dejado su olor nuestro cuerpo
Hablo de ti para no sentirme solo
Y porque además has ejercido la confianza que nunca tuve 
No he trabajado con ánimo porque la muerte llamaba a mi puerta 
nunca quise abrirle
pero un día le abrí 
porque pensé que sería como el sexo brutal entre nosotros.
Hemos sido optimistas y tachado algunas palabras
Y nos hemos contado todo con una resignación respetable 
Que no lo hemos hecho tan mal
hubiera sido peor no haber hecho nada
Quizá el sol es un globo que quema nuestras cabezas porque está triste.
Nunca tratamos de explicar ese rencor que le tuvimos:
Si no fuera por él 
Estaríamos muriéndonos de frío
Somos unos desagradecidos que no tienen el mínimo reparo en usarlo en metáforas tontas.
Es como si te dijera
Cambia esa canción 
Que me recuerda a esas cosas desagradables
Y luego nos pusiéramos a bailar por siempre.
Mi corazón
Es un montón de hormigas 
Yendo a devorar el sol 
que es la muerte.




Dos Poemas del Señor Cadáver

I

Decir yo lloro es quebrarse frente a una comunidad expectante. Decir yo me quiebro es confirmar la fragilidad de la que se está hecho. Decir soy frágil es estar consciente de que la muerte es una posibilidad latente, aunque la muerte siempre es eso. Decir soy consciente de mi fragilidad es admitir valientemente que se es cobarde. Decir soy cobarde despierta la sospecha de que se está enfermo. Decir estoy enfermo, no es más que confirmase vivo. Decir estoy vivo es casi lo mismo que decir estoy muerto, Sólo que en el primer caso el tiempo es como un gusano hambriento que ronda el cuerpo y en el segundo el gusano mira enternecido y saciado.

II

Una herida, una sonrisa de chorreados bordes rojos, una sonrisa de ironía, de problema, de verse atrapado indefenso en la sombra del llanto. Una herida color llanto, qué trazo ordinario se hiende en mi cuerpo, como venido de un largo viaje.
Una herida, qué mal te hace. Y perdona por mirarla con desconfianza y pena, me duele tanto como a ti, ya no quiero apretar los párpados conteniendo el derramamiento, ni ascender como burbuja y expandirme en el preciso momento en que comprendo que desaparezco. Soñar es una manía sobrevalorada.
Prefiero la inmovilidad, la inmunidad del que se trepa en lo alto del vacío cuando la inundación es inminente, también prefiero la inmunidad al tiempo, detesto la reiterativa confirmación de estar vivo.
Tiempo dócil, desmedido y violento, tiempo de bolsillo, de caramelo partido en pedazos para endulzar la boca y disimular el tufo de la desesperación.
Prefiero la inmaterialidad, la mala memoria, el oportunísimo desvío de la realidad, el estar echado pensando en el dolor de cabeza. Prefiero la mosca atrapada en mi mirada, atadas sus alas a mi mediocre vuelo a ras del suelo.
Prefiero sacudir mi perforado cerebro, atiborrado de esos gusanos que sobreviven con aire maligno, que no se esconden por tenerme pena. Preferiría ser un insecto imperceptible a tener que odiar a dios. Inventar un dios para odiarlo.
Creo que partirán sin mí.
Porque no están para recoger cadáveres (o heridas colmadas o heridas colmenas). Sólo heridas, sólo espasmo.
Y avanzar.


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